

Un terremoto submarino de magnitud 8.8‑8.7, registrado a unos 19 km de profundidad, sacudió el extremo oriental de Rusia, cerca de Petropavlovsk‑Kamchatsky, activando un sistema global de alerta por posible tsunami en el océano Pacífico.
En las islas Kuriles y la costa sureste de Kamchatka, se observaron olas de entre 3 y 5 metros, que llegaron a inundar zonas como Paramushir y Severo‑Kurilsk, provocando evacuaciones y daños menores en infraestructura portuaria.
Se activaron alertas de tsunami en más de una docena de países ribereños del océano Pacífico, incluyendo:
Japón: evacuaciones de más de 900.000 personas, especialmente en zonas como Hokkaido y Fukushima; olas registradas de hasta 1,3 m.
Estados Unidos: regiones como Hawái, California, Oregón, Washington y Alaska recibieron avisos. En Hawái, las alertas fueron posteriormente rebajadas de “warning” a “advisory” tras registrarse olas menores de metro y medio.
Chile, Perú, México, Canadá, Filipinas, China y Nueva Zelanda, entre otros países del Pacífico, también activaron protocolos de evacuación o vigilancia costera por posible impacto de olas nocivas.
En Japón, se evacuó el personal del complejo nuclear de Fukushima, aunque no se reportaron irregularidades ni riesgo radiológico. En Rusia, aunque no se registraron muertes, varias personas sufrieron lesiones leves durante evacuaciones. Una escuela y un jardín de infantes resultaron dañados, pero no se reportó ningún incidente grave.
Las autoridades del Pacífico, incluido el Pacific Tsunami Warning Center, advirtieron que podrían ocurrir réplicas de hasta magnitud 7.5 en Kamchatka, y mantuvieron recomendaciones de precaución pese a la disminución de alerta en varias regiones.
Este seísmo constituye uno de los más fuertes en décadas, comparable al evento de magnitud 9.0 que afectó a Kamchatka en 1952, y es el mayor desde el terremoto de Tohoku en Japón (2011), lo que reaviva el debate sobre la vulnerabilidad de las zonas del anillo de fuego del Pacífico.