

La inflación no refleja por completo la realidad de muchas familias argentinas. Aunque el índice general muestra baja, el fenómeno del estrés económico persiste como resultado de salarios estancados desde fines de 2023 que no acompañan el incremento de precios, especialmente en servicios básicos como alquiler, salud, educación y energía.
El economista Jorge Day explicó que la situación lleva a un círculo vicioso: ingresos que no crecen, consumo que cae, empresas que venden menos y salarios que no aumentan. Las familias recurren al endeudamiento estructural, utilizando tarjetas de crédito —en su mayoría para comprar alimentos (al 58 %)— para suplir necesidades básicas.
Las cifras más recientes son alarmantes: el 91 % de los hogares argentinos tiene algún tipo de deuda, y más del 65 % acumula entre dos y tres obligaciones simultáneas; una proporción creciente (12 %) supera las tres deudas. Además, muchas de esas deudas están en mora simple o judicial (casi un 76 %), lo que tensiona aún más la capacidad de pago y empuja a nuevas refinanciaciones.
El riesgo social, advierten expertos como Daniel Arroyo, es que esta dependencia del crédito informal y formal puede derivar en otro tipo de presión económica insostenible, con tasas que duplican o triplican los ingresos familiares.
Para revertir esta tendencia, se requiere una recomposición salarial real, impulsar políticas que frenen la usura financiera y aliviar la presión sobre los hogares antes de que el sobreendeudamiento se consolide como una crisis social a gran escala.