

El presidente Javier Milei acaba de disolver la AFIP la que reemplazará por la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA). La medida implicará una fuerte reducción del organismo: el 34% de los cargos públicos.
Históricamente, tanto el órgano de recaudación impositiva a nivel interno, denominado por años como Dirección General Impositiva (DGI), como el órgano de recaudación y control del comercio exterior, Aduana, funcionaron como organismo separados, cada uno con su estructura. Muchos especulaban que la nueva estructura retomara esa división, pero no fue así.
Fue en el año 1996, cuando el presidente Carlos Menem anunció mediante el Decreto 1156/96 la fusión de ambos organismos y la creación de lo que desde ese momento se llamó AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos).
Si bien es cierto que desde siempre el manejo de estos organismos han sido objeto de manipulación política, la AFIP jugó durante los 28 años un rol decidido en ese sentido. Aunque con la tecnología se logró actualizar y optimizar la gestión, también es cierto que nunca se logró establecer un control serio de la evasión fiscal en un país donde el incumplimiento impositivo es mucho más alto que los estándares internacionales.
La prueba es la recurrente estrategia de los gobiernos de apelar a moratorias para hacer que los contribuyentes blanqueen sus patrimonios por la incapacidad del fisco para hacerlos cumplir.
Otro tema son las acciones de la AFIP que dieron que hablar. Desde denuncias por corrupción, pasando por complicidad con el ejecutivo de turno para perseguir judicialmente a algunos sin avanzar sobre otros, hasta operativos espectaculares con mucho de show y poco de efectividad. Lo que sigue es un repaso de los escándalos más significativos.